A quienes nos encanta la historia y el arte el Parador de Cangas de Onís no nos defraudará pues tanto interior como exteriormente contiene innumerables muestras de un pasado que se remonta al siglo VIII, cuando fue fundado como iglesia por Alfonso I, aunque de aquella época no se conserve nada. Pero sí del XII, cuando pasó a ser el monasterio benedictino de San Pedro de Villanueva, siendo un excelente ejemplo del románico asturiano, a destacar la portada de la iglesia y su triple ábside con hermosos canecillos. En cuanto a su función hotelera, es un establecimiento que cuenta con todas las comodidades actuales, sin por ello perder el encanto de lo antiguo. Las habitaciones son amplias (lástima que la insonorización interna no sea buena), al igual que los baños. El restaurante es un lugar muy amplio y bien decorado, con mucha luz exterior procedente de sus grandes ventanales. La gastronomía, basada en la cocina tradicional asturiana, satisface y los platos son abundantes. Mención aparte merece el personal, muy cordial y servicial, encabezado por su Director, Ignacio Bosch, una persona encantadora que se nota que ama su profesión, trata al cliente con una amabilidad que se agradece, y dinamiza al Parador organizando múltiples actividades culturales para que los huéspedes puedan disfrutar y aprender al mismo tiempo. Solo un último comentario: a los amantes de los libros, el establecimiento cuenta con una interesante biblioteca en la primera planta. En resumen, sumamente recomendable.
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