Al margen de la ubicación inmejorable en pleno centro de Grenoble, creo que hay que poner en valor el tipo de hotel. Si lo que te va es el toque chic y estándar, idéntico en cualquier ciudad del mundo, de un hotel de cadena, este no es el tuyo, pero si buscas un hotel pequeño, con el encanto de los viajes clásicos y la personalidad de un alojamiento independiente, regentado por una familia, como los de antes, te recomiendo que te alojes aquí. Se trata de un preciso edificio histórico, con habitación y baños completamente renovados, camas amplias y cómodas. Mi habitación tenía balcón y unas preciosas vistas a la plaza y a la montaña. El trato del personal, inmejorable y cercano. En el desayuno todos los productos son de calidad, desde el café (Nespresso), hasta el zumo (envasado, pero bueno), la bollería, la fruta, el yogurt, los cereales, el pan o la mantequilla; si le tuviese que poner un pero, el único sería que podría haber más variedad de produtos, son pocos, pero buenos. Si vuelvo a Grenoble, volvería a este hotel por lo comentado: ubicación y encanto, tuve la sensación de estar, de verdad, en Francia, no en un hotel muy moderno y muy bonito, pero que podría estar en cualquier sitio del mundo. Cumple, de sobra, con la calidad esperada en un tres estrellas.
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