Es una hotel pequeño y acogedor, con alma. Nos alojamos en la suite Tristan, y es preciosa y súper acogedora. Anna, la anfitriona da calidez al hotel y está atenta de todos los detalles. El desayuno está riquísimo, y lo sirven con mucha clase, a la luz de las velas y con buena música de fondo. Súper recomendable para ir en pareja.
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