Hotel familiar, con una atención muy distendida e informal, pero muy agradable, como en casa. Particularmente el desayuno, delicioso, mediterráneo y casero, muy bien servido por la jovencita que nos atendía por las mañanas. La habitación, con las comodidades justas, pero muy cumplidora. Si acaso, quizá me esperaba alguna vista un poco mejor que ese patio trasero, razón por la que no le doy la máxima puntuación. Por lo demás, todo perfecto. Un entorno idílico, en primera línea de una playa poco frecuentada (que pensa de viento...), en un pueblo muy tranquilo y poco masificado. La verdad es que Mikonos, más allá de la capital, es de los pocos sitios que te puede hacer sentir como en una película. Puestas de sol increibles. Tomarte una cerveza o un trago en la terraza del hotel mirando el mar por la noche prácticamente solos... Espectacular.
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