El incumplimiento de expectativas se ha debido, en primer lugar, a que el recibimiento del recepcionista, que no esbozó ni una sonrisa y se comportó de forma antipática, fue bastante seco, en definitiva, el perfil de empleado que no está por darte facilidades. Nos indicó rutinariamente los horarios y demás "costumbres de la casa" como si aquello fuera un cuartel, molestándose de forma evidente cuando lo interrumpíamos para hacerle alguna pregunta. Su respuesta fue especialmente insolente cuando le expresamos nuestra sorpresa por el sistema de los desayunos, en donde hay tres turnos, lo que es inaudito en un establecimiento de esa categoría y precio, y además no te lo dicen cuando vas a hacer la reserva, enterándote cuando ya estás allí. Insistiendo en el sistema de turnos del desayuno, es bastante incómodo que te tengas que apuntar en recepción, desde el momento de tu llegada, qué turno prefieres. Con el agravante de que no todos los turnos están libres, lo que te obliga a desayunar o muy temprano o muy tarde. Pero lo peor del tema es que los dos días que estuvimos en el Parador, haciendo caso omiso del turno que nos correspondía, nos presentamos en el comedor cuando mejor nos vino y, ¡oh, casualidad!, resultó que el comedor estaba casi desierto y elegimos sitio para sentarnos ¿Para qué sirve entonces el fastidioso e incómodo sistemas de turnos para el desayuno? También se incumplieron las expectativas en el apartado de los ruidos y del estado general de las habitaciones, con malísima insonorización y aislamiento. Las instalaciones están ya muy baqueteadas y el establecimiento está pidiendo una reforma gritos. Como punto favorable, las vistas desde las habitaciones, por lo menos de la nuestra que tenía balcón (previo pago, claro), así como el entorno y la amabilidad de casi todos los empleados (meno uno).
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