El hotel tiene su encanto por su construcción y ubicación al margen del río. Nos alojamos en una habitación fuera del edificio donde nada más entrar el olor a humedad echaba para atrás. Intentamos abrir la ventana para ventilar y la tuvimos que cerrar por la cantidad de insectos que había, vivos y muertos, en la persiana. La limpieza también brillaba por su ausencia, en las esquinas había muchos bichos muertos y suciedad. Para colmo la luz era tenue e intermitente. El desayuno muy limitado, poca variedad, mucha gente y solo una persona atendiendo, que la pobre no daba a basto.
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