Siempre fue un alojamiento de alta gama y bien atendido. Lo notable es que me ha sorprendido la notable preparación de todo el equipo que compone el servicio; y no es un tema menor. Todo funciona, todo está sincronizado y atendido con cortesía y eficacia (rara cualidad de encontrar). El front desk resuelve todo; la asistencia en la habitación, magnífica (no falta nada); la pileta y sus accesorios, impecable, siempre hay alguien capacitado atendiendo al pasajero; la parrilla del puerto, un placer como siempre; desayuno en el que está todo y, por último (adrede) el restaurante, por la noche. Puedo asegurar que es una sinfonía: desde la recepción, la presentación de las mesas, la predisposición de los/las camareros y su conocimiento de lo que están ofreciendo, insisto, me sorprendió. La intervención de Lucas en la cocina hizo que cada cena fuera un placer en todo sentido, incluyendo la repostería, en otras manos. A todo esto le agrego la imperdible intervención de Juan Aubert en el relato de la historia del Hotel y de las enseñanzas que nos impartió sobre la marcha nórdica. No me queda más que felicitar a los dueños, que no estaban, lo que hace más meritorio el desempeño de sus colaboradores "in absentia".
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